miércoles, 21 de noviembre de 2012

1x03 - La emperatriz de Marfil



Oculto entre otros libros, el viejo Koreander guardaba uno que eran muchos. Uno cuyo final entrelazaba sus letras con su principio y componía un círculo que nunca se dejaba de andar. Uno que nunca acababa porque su final era el principio de tu historia. El viejo Koreander supo, en cuanto el tintineo de su puerta anunció la llegada del chico, que ese niño asustado y huidizo necesitaba urgentemente comenzar a contar su historia.

     Bastian huyó con el libro de la tienda y se refugio, oculto entre mantas, en un solitario desván iluminado por el fragil titilar de una vela. Hundió sus ojos en la primera página con la inocencia del que da un primer paso sin saber dónde le llevará, y ya no hubo remedio ni cura posible para Bastian. La tinta fue mezclandose poco a poco con su sangre y vio el mundo a través de
los ojos de Atreyu. 

Vio lamentarse al comepiedras, vio a todas las criaturas temer a la nada que suspiro a suspiro iba marchitando las paredes de Fantasía. Vio a la vieja Morla despertar entre bostezos como un reloj que diera cuerda al mundo. Escuchó que la emperatriz infantil enfermaba, que una terrible tristeza se extendía por sus venas porque nadie pronunciaba su nombre. Que el amuleto que reinaba su cuello se regía por la ley más dificil de todas: "Haz lo que quieras".


    Atreyu surcó las llanuras de Fantasía en busca del remedio que pudiera salvar a la emperatriz y Bastian se fundió con él oculto aún tras la luz de la vela que era su fragilidad. Juntos se enfrentaron a sus miedos, superaron a los centinelas gigantes que flanqueaban el siguiente paso, se dolieron de sus heridas y descansaron a la sombra del último párrafo. Bastian sentía que algo dentro de él estaba cambiando.

     Que aquel era también su viaje y que, tras cada palabra, su vida era menos su vida y más la del otro niño. Atreyu y él se volvieron uno al pie del Pantano de la tristeza. Juntos sujetaron con fuerza las bridas de Artax. Juntos tiraron de su cuello y le suplicaron un último resuello. Juntos lloraron su muerte y le dejaron atrás. Atreyu se hundió tambien en la tristeza, en ese fango negro y pastoso que Bastian conocía tan bien. Como la emperatriz, como la Nada. Como todo en Fantasía.
    Y entonces se oyeron rumores como secretos que alertaban a Atreyu de que la cura contra el mal de la niña princesa se hallaba fuera de su mundo. Que la única esperanza anidaba en la imaginación de un niño humano. Un niño como Bastian. Y Atreyu buscó a Bastian y Bastian a Atreyu. Cada uno el reflejo del otro, dos caras de un mismo espejo que se necesitaban para salvar sus respectivos mundos. Uno mirando hacia dentro y el otro mirando hacia fuera. Mirándose a los ojos a través de la tinta indeleble que renglonaba Fantasía.

    Y el niño humano se cansó de no ser dueño de sí ni de su presente y se lanzó al vacío que albergaba la página en blanco. Y dejó de ver y escuchar y empezó a vivir. Montó a lomos de Fujur y surcó los cielos de aquel extraño paraíso inventado, gritando a los vientos que había venido a salvar a la Emperatriz. A salvar el mundo. A salvarse a él mismo. Y pudo por fín salir del lado de acá del espejo y tocar la piel de su otro yo, pudo llegar a la torre de
Marfil y observar sin temblar la delicada belleza de la emperatriz. Pudo pronunciar su nombre, el que él quiso darle. Y entonces la niña reina le entregó el amuleto que reinaba su cuello. El AÙRYN. La llave que unía dos mundos, la llave que le abría la puerta a ser quién había decidio ser.


    Cuando lo tuvo en su cuello, Bastian comprendión que tras aquel "Haz lo que quieras" se escondía mucho más que una simple invitación al desorden. Se escondía la mayor responsabilidad que cada cual puede asumir en este mundo; la de tener el valor y la entereza para hacer aquello que realmente da sentido y vertebra su vida.


    En los muelles de Goon hay una biblioteca en ruínas llena de estanterías caídas y libros antiguos. Algunas tardes paso las horas recorriendo las páginas amarillentas en cuya piel cristalizan tatuadas con tinta las vidas de papel de un sinfín de mundos. Leo y releo tumbado en el suelo, con una manta sobre la cabeza y a la luz de una vela, afinando el oido y esperando escuchar la voz de los cuentos perdidos. Nunca oigo nada y abandono los libros y la biblioteca anhelando que un niño hecho de palabras me pida una mano y me tienda la otra. Y salgo, con la manta aún sobre la cabeza, a fumar un cigarrillo y a buscar entre el humo formas que revelen su nombre. Alguien me dijo que Artax ha muerto. Alguien susurró que la niña está enferma. Y aunque me paso las noches gritando mil nombres, mi emepratriz siempre muere y renace de un rayo de un luna con cada palabra que escribo, con cada rincón de su boca que invento. Con cada parpadeo fugaz que acaricia su vientre de musa.

    Y vuelvo al muellle y hay silencio. Y enciendo una vela y se apaga.

    Y me acuesto.


    Y no duermo.

2 comentarios:

  1. Jodeeeeeeer...mu chulo.....un poco oscuro, pero mu chulo.
    Ya se echaban de menos historias goonies...
    Para cuando una de videojuegos antiguos? No es tan literario, pero es algo mu arraigado en nuestra infancia.
    Muchos besines, y a seguir escribiendo cosas tan chulas

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  2. Gracias! Me alegro de que te haya gustado! Ya tengo preparada la siguiente, así que espero colgarla en breve. Me has dado una buena idea con lo de los juegos: algo de Secret of Mana empieza a tomar forma....

    Besetes!

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